FOOD es un proyecto expositivo que tiene su epicentro simbólico y conceptual en el restaurante que, a principios de los años setenta del siglo pasado, el artista Gordon Matta-Clark montó, junto a Tina Girouard y Carol Goodden (fotógrafa y bailarina de la Trisha Brown Dance Company), en el corazón del SoHo neoyorquino. Se trataba de una iniciativa comunitaria (hoy la llamaríamos cooperativa) promovida y gestionada por creadores de todas las disciplinas: vivían, comían, trabajaban y, en especial, exponían juntos, como ahora en el célebre espacio ubicado en el número 112 de la Greene Street.
Paralelamente y en esa misma época, diversos artistas catalanes, muchos de ellos después de pasar por París durante la década de los sesenta, se habían establecido en la capital norte-americana (con la excepción de Jaume Xifra, que siempre permaneció en Francia). El momento, desde un punto de vista político y social, no era sencillo, pero la energía creativa estaba desbocada: junto a los esfuerzos del City Council para recuperar para usos sociales una antigua y degradada zona industrial (el SoHo), personalidades de procedencias absolutamente dispares consiguieron una especie de acuerdo tácito para convertir su pequeño barrio en un epicentro creativo mundial: figuras como Gordon Matta-Clark, Carol Goodden, Tina Girouard, Lou Reed, Richard Serra, Jasper Jones, John Cage, Trisha Brown, Robert Rauschenberg o Laurie Anderson, de una parte, pero también catalanes como Antoni Miralda, Francesc Torres, Antoni Muntadas o Àngels Ribé, de otra, jugaron un papel activo en esta comunidad que, vista desde nuestra perspectiva, podrí parecer utópica.
Pese a todo, esta «utopía de la proximidad» tenía una conexión catalana todavía más sutil. A finales de los sesenta y a lo largo de cuatro años, Carol Goodden llevó a cabo un viaje por tierras ibéricas que, contra todo pronóstico, tuvo su epicentro en Mont-ras (Girona): la artista descubría a la vuelta de la esquina un universo gastronómico inédito en su paisaje cultural originario. Se trataba de un mundo construido a partir de experiencias sensoriales capaz de revelar posibilidades que, después, se explorarían en profundidad en FOOD. Nos referimos al pan casero, a las sopas más elementales, a los productos de proximidad y, en el fondo, a todo aquello referente a la acción de sentarse a la mesa para compartir experiencias y emociones.
Es en este sentido como, finalmente, el proyecto se expande hasta llegar a nuestros días mediante figuras como Pere Noguera, Fina Miralles, Mar Serinyà o Marta Vergonyós: el arte entendido desde su dimensión relacional y la búsqueda de alguna forma de autenticidad primaria presente en los gestos más elementales (comer, cocinar, modelar, cortar, envolver...) es lo que sigue animando la esencia atemporal de FOOD.