Exclusiones /Censorship.

Categoría de la publicación (Forma física)
Tipología de la publicación (Contenido)
Publicación de referencia que menciona a Muntadas
Lugar de publicación
Fecha inicial (1) / final (2)
Fecha exacta
No
Fecha exacta
No
Idiomas
Dimensiones
24 x 17 cm
Color / ByN
Color
Nº páginas
58
Tapa dura / blanda
Tapa blanda
Evento / Exposición relacionado
Editorial
Galería Moisés Pérez de Albéniz
Descripción / Sinopsis

Podría pensarse que esta exposición funciona en su conjunto como funciona una de sus piezas o fractales: el vídeo Canto VI, que contrapone imágenes de las pateras y sus náufragos con imágenes captadas en el deslumbrante universo turístico veraniego, tanto Atlántico como Mediterráneo. Y no porque el resto de las piezas incluidas en esta muestra compartan el mismo motivo ni siquiera la misma estrategia del montaje que es tan característico de Canto VI como por el hecho de que este singular canto a lo que en realidad somos se inscribe en la misma estrategia de las obras expuestas en Le partage, la exposición individual que Rogelio López Cuenca realizó en entre enero/febrero de este mismo año en la galería Juana de Aizpuru de Madrid y cuyo título está tomado del título del libro Le partage du sensible de Jacques Rancière1. López Cuenca sugería con esa apropiación que el propósito mas general de las obras que está ahora realizando es poner en evidencia “el reparto de lo sensible“ que para el pensador francés es el meollo de la política, que sólo es tal cuando intenta subvertir la clase de reparto de lo sensible que determina en cada época lo que se puede ver, escuchar, percibir, nombrar… Es en este terreno tan sensible –y nunca mejor dicho– donde la política se juega definitivamente su destino y no –como solemos pensar– en el ámbito del parlamento, los partidos, los programas, las encuestas de opinión o las elecciones2. He escrito “se puede ver, escuchar, etcétera”, como lo hace efectivamente Rancière pero cabe llamar la atención sobre el hecho efectivo de que lo que se puede ver es, en realidad, lo que se permite ver. Que en la estructura misma de constitución de la realidad actúa un poder que conforma y discrimina incluso esas formas, diríamos a priori, de lo sensible de las que con tanta dedicación se ocupa Rancière3. La diferencia entre lo posible y lo permisible puede resultarnos totalmente infraleve –como de hecho le resultaba a Marcel Duchamp el paso entre lo posible y su realización efectiva4– pero su consistencia efectiva se manifiesta sintomáticamente en el hecho de que la censura parece haber desaparecido hoy completamente de la escena política occidental, cuando en verdad lo que ha ocurrido es que se ha hecho mas subrepticia y por lo mismo mas eficaz que nunca. En el régimen abrumador de visualidad que vivimos, dominado por la insólita fusión de la escopofilia del panóptico con la de la sociedad del espectáculo, la del control con la exhibición igualmente universal, no es que la censura nos prive por regla o por consigna de tal o de cual noticia. No. Lo que el poder determina de una manera ciertamente invisible es qué es visible y qué queda relegado al campo de lo invisible y por invisible absolutamente excluido. Tan excluido que ni siquiera podemos darnos cuenta normalmente de la existencia de su exclusión. Y ni siquiera de la exclusión misma. Martín Heidegger –con otro discurso, con otros propósitos– le dio una formulación anticipada a esta cuestión crucial en su célebre ensayo sobre Hölderlin y Rilke5, donde, intentando aclarar la pregunta desolada de Hölderlin por “¿Y para qué poetas en tiempos de penuria?”, concluyó que la penuria de nuestro tiempo era la más extrema porque era la penuria que no da cuenta de si como penuria. O dicho de otra manera, más próxima quizás, pobreza que no tiene consciencia de pobreza.

Uso público / privado
Público