El despertador sonaba una hora más tarde de lo habitual. Desayuno tranquilo, telediario desgarrador. Treinta minutos de deporte en un suelo de baldosas de un salón, poco o nada preparado a tal efecto. Ducha rápida y uniforme de confinamiento, cómodo y discreto, para las videoconferencias. Jornada laboral completa en una silla de madera, poco o nada diseñada para tal propósito. Whatsapp, Teams, emails, videollamadas, para llevar a cabo las reuniones de equipo. Instagram, Artsy, Viewing room, web, para continuar con nuestra labor de difusión del arte. Intentando ser productivos, intentando mantener el interés en el arte vivo. Mientras tanto, niños y niñas de todas partes del mundo poblaban sus ventanas de dibujos que, una vez más, nos recordaban que debíamos quedarnos en casa.
Una distopía que casi era (y sigue siendo) una pesadilla. Las consecuencias de nuestras acciones llevadas al extremo de lo indeseable. Durante semanas, la película Virus de Kim Sung-su se mantuvo en el Top 10 de Netflix de películas más vistas. Se popularizaron series o libros como El Cuento de la criada, de Margaret Atwood, que retratan sociedades ficticias gobernadas por estados totalitarios que buscan garantizar la estabilidad social mediante la manipulación psicológica de los individuos. En momentos de desconocimiento e ignorancia demoledores como el que estamos viviendo, necesitamos conocer el desenlace del peor escenario posible. Nosotros no fuimos la excepción.
Cien por setenta no es una exposición sobre la pandemia ni sobre el confinamiento vivido el último año, pero sí se ha desarrollado durante este periodo, en el que las galerías estaban cerradas; los transportes, bloqueados; los materiales de trabajo, inexistentes. En una situación tan distópica como esta, cabe preguntarse qué sucedería si todo esto se llevase por delante el sistema tradicional del arte. Si no pudiéramos interactuar con los artistas, o si ellos mismos no pudieran producir sus obras. Ante futuros desalentadores, nosotros decidimos buscar respuestas.
La realidad es que nuestra profesión ha sufrido una transformación que para bien o para mal no se puede deshacer. Los espacios físicos de encuentro, como las galerías, las ferias y los museos, volverán a la rutina de la década anterior cuando la situación sanitaria lo permita, pero las plataformas digitales permanecerán como un complemento del sistema. La digitalización de nuestro entorno ha sufrido un impulso exponencial en los últimos meses, y desde las galerías hemos asistido a una globalización digital del mercado del arte sin precedentes, ya que nos hemos visto obligados a volcar todo el contenido de nuestras bases de datos en plataformas de venta online.
El 23 de abril de 2020, después de más de un mes de confinamiento y cierre forzoso de nuestras instalaciones, les lanzamos una pregunta a nuestros artistas: ¿cuál sería la forma en la que tendríamos que interactuar entre artista y galerista si esta situación se alargase en el tiempo? Les propusimos un formato, que es un modelo básico de impresión de carteles publicitarios y posters: 100 x 70 cm. La premisa: que nos devolvieran una obra en formato digital, que nosotros enviaríamos a un laboratorio fotográfico o cualquier otro centro de producción para que desde allí nos devolvieran el trabajo terminado. O que nos propusieran otro tipo de obra en la cual el artista prácticamente no interviniese, y fuese el propio cliente final el que tuviese que ensamblar la obra. Cada artista ha elegido el soporte y la disciplina más adecuada para mostrarlo en esta exposición que se inaugura como una confirmación de la esperanza, confianza, ilusión, y, por qué no, del optimismo que depositamos en el futuro.