Intercambio de emails entre Filipa Nunes y Enrique Fuenteblanca
Filipa me contó que uno de los consejos que le dió Muntadas durante su estancia en el archivo fue que, cada mañana, escribiese a alguien con quien hubiera intercambiado algo los últimos días. Durante este año, el acto de escribir correspondencias ha resignificado, para mí, todo el hecho de la escritura. La reafirmación de para quién se escribe o, mejor dicho, de que siempre se escribe para alguien, desvela algo de la naturaleza frágil del tiempo y la persistencia de las cosas. Así, investigando en el archivo, encuentro cajas y cajas de correspondencias, historias menores, dichas en voz baja o en intimidad y con la lengua, siempre, de un otro insustituible que espera recibirlas. Así, Filipa y yo decidimos iniciar una pequeña correspondencia entre Lisboa y Barcelona. Me lanzó tres preguntas a las que respondí de la siguiente manera:
1-. F.N.: Hola Enrique,
Si la palabra que más escribió Debord en la Sociedad del Espectáculo es tiempo, y la escribió 206 veces, podemos decir que en la repetición replica un pequeño hechizo.
Siempre quise saber quién escribió pan repetidamente obsesivamente más de 500 veces en algún libro.
¿Cuál sería la tuya, repetida inequívocamente, en un pequeño encantamiento?
E.F.: Querida Filipa,
Es curioso que, en mi poesía, siempre utilicé la repetición como un encantamiento o, quizás, un ritual que hasta ahora no he desvelado. Como creo que una vez te dije, la frase que Adorno dijo sobre Benjamin me sirvió para conciliar una forma de pensamiento paradójica de la que nunca he logrado escapar. Adorno decía que, de vez en cuando, Benjamin tenía que aplicar un poco de veneno materialista a su pensamiento mesianístico, a sus “revelaciones profanas”. De esa forma, dividido entre un amor visceral y poco justificable hacia la poesía mística y asumiendo el materialismo como oficio, en mis poemas siempre dediqué la repetición al número 3. Hace poco, durante un ensayo de danza en la Aceitera, alguien dijo: si algo se repite ha de aparecer tres veces, nunca dos (yo extendí esta obsesión hasta los múltiplos).
¿No es esta una forma de decir que lo que más se repite no es otra cosa que algo que tiene que ver con el tiempo?
2-. F.N.: Debord escribe que la historia ha siempre existido, pero no siempre bajo su forma histórica.
Esta frase indica per se la posibilidad de la existencia de varios tiempos: unos más dominantes y valiosos, otros más subalternos o disidentes, según cómo se comuniquen, cómo se registren, cómo se archiven.
E.F.: Es este operar entre lo hegemónico y lo subalterno, lo que se dice y lo que no, lo que me interesa del archivo y su política. Acercarse a él es, desde este punto de vista, desvelar sus huecos. En el caso de Pamplona, Grazalema, tenemos, por un lado, la obra: una publicación y dos vídeos que dan lugar a una instalación. Para encontrar sus huecos, me dirijo al segundo lugar, los documentos de trabajo. Mi pregunta es la siguiente: ¿cuánto de lo no mostrado quedó fuera por cuestiones de hegemonías, de subalternidades, de no poder (aún) decirse? Mi interés es que creo que, en la selección de los materiales, hay una mirada que, al ser presentada hoy en día, puede ofrecer nuevas claves, pensamientos, historias con “h” minúscula.
3-. F.N.: El otro día una amiga directora de cine explicaba su investigación sobre las prácticas de empoderamiento en los tiempos de la inquisición y decía precisamente que, a pesar de todo, no se nos puede olvidar que estos documentos, los que se pueden consultar, en gran parte han sido elegidos, seleccionados y archivados por los mismos inquisidores.E.F.: Efectivamente, y esta es la paradoja que vuelve obsesivo al archivo, que desencadena eso que Derridá llamaba un Mal de Archivo. Frente a la consciencia de que mirar al pasado es mirar al pasado construido, entonces, creo que tenemos dos opciones: mirar desde la nostalgia, algo que desata una violencia proveniente de una voluntad conservadora, o mirar desde la voluntad de escuchar las voces débiles que no pudieron incorporarse a él. Es por ello que creo que mirar al pasado puede significar restituir no solo el presente, sino la posibilidad de un futuro. Pasado, presente, futuro; quizás otro engaño ritual del número 3.
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