La presente muestra reúne una selección de obras de artistas que en su día dirigieron un taller de artes plásticas de la Fundación Botín y expusieron sus trabajos en Santander, junto con piezas creadas por antiguos beneficiarios de la beca de artes plásticas que concede la fundación. La exposición indaga en la influencia de la arquitectura en el arte y ofrece reflexiones sobre cómo la arquitectura conforma nuestras propias vidas y articula la interacción social.
Las historias del arte y la arquitectura están indisolublemente ligadas. Artistas y arquitectos llevan siglos de estrecha colaboración, los primeros pintando frescos y/o creando relieves murales y esculturas en el interior de construcciones imaginadas por los segundos. El advenimiento del museo —un espacio público cuya función es coleccionar, conservar y exhibir arte— alteró las dinámicas de esa relación: con el edificio convertido en repositorio de la obra de arte, la cuestión de su relevancia como contexto cobra mayor importancia, más aún si quien ha concebido el edificio con ese objetivo es un arquitecto de renombre, como en el caso del Centro Botín.
Arte y arquitectura: un diálogo es la primera exposición que entabla un diálogo con el edificio del Centro Botín, convertido, desde su apertura en 2017, en icono y punto de referencia del Paseo Marítimo de Santander. Aborda también la relación, hasta cierto punto ambigua, que los artistas mantienen con los arquitectos que dan forma al espacio en el que presentan sus obras, y el no menos ambiguo estatus de los “arquitectos estrella” que a menudo reciben la consideración de artistas.
Obras de: Leonor Antunes; Miroslaw Balka; Carlos Bunga; Martin Creed; Patricia Dauder; Fernanda Fragateiro; Carlos Garaicoa; Carsten Höller; Julie Mehretu; Jorge Méndez Blake; Muntadas; Juan Navarro Baldeweg; Sara Ramo; Anri Sala; Juliâo Sarmento.
1. LA ARQUITECTURA COMO OBJETO
Muchas de las obras presentes en la muestra beben, en lo formal, de la filosofía del minimalismo. En muchos casos los artistas trabajaron únicamente el concepto, dejando que otros asumieran la tarea de crear, físicamente, las obras. Es el caso de Seven Sliding Doors Corridor, de Carsten Höller, que se vale de materiales y de mecanismos electrónicos para generar una experiencia física prototípica de la modernidad. No Window No Cry (Renzo Piano & Richard Rodgers, Centre Pompidou, Paris) de Anri Sala consiste en una réplica a escala real de un ventanal del famoso museo parisino. Colocada en el Centro Botín, ofrece una reflexión sobre el punto de vista.
La estructura hueca de forma triangular de Miroslaw Balka sugiere la entrada a otro espacio, a una mina, acaso, con la bombilla desnuda que ilumina su interior apagándose en cuanto el visitante se aproxima para introducirse por un pasillo que se estrecha. Floor (suelo), la obra de Patricia Dauder, un ensamblaje de tablones de madera desgastados y un pedazo de papel, evoca un fragmento de un edificio abandonado, pero también una obra de arte Minimal. Jorge Méndez-Blake recurre a ladrillos para edificar dos estructuras en forma de torre que escenifican con teatralidad un libro de poesía simbolista y funcionan, de algún modo, como una especie de desproporcionados sujetalibros.
Hay artistas que eligen crear sus esculturas inspirándose directamente en la estructura lingüística de la arquitectura; otros, en cambio, optan por abordar temáticas que pertenecerían más bien a lo ornamental, planteando con ello quizás una reflexión sobre el estatus de la obra de arte en el edificio. De hecho, aunque a menudo los propios arquitectos asumen el acabado de sus construcciones, dichos acabados son, en ocasiones, fruto de la colaboración con artistas de artes plásticas o decorativas.
Algunas obras de la exposición remiten a la gran tradición de la pintura al fresco y la escultura monumental que forma parte integrante de la historia de la arquitectura. Carlos Bunga ha elegido, por ejemplo, albergar una pintura tridimensional sobre cartón en una vitrina empotrada en la pared de la sala. Sara Ramo le sigue con dos obras que aluden formalmente a las artes decorativas, consistentes, una en un inserto de pared, y la otra en una columna de proporciones monumentales. La pieza mural de Martin Creed genera una distorsión perceptiva del espacio mediante pintura de colores y espejos, dos materiales tradicionalmente utilizados en las artes decorativas.
Para crear All of a Tremble (Encounter I), Anri Sala se inspiró en la producción semi-industrial de papel pintado para fabricar un instrumento musical, realizado de hecho con unos cilindros de impresión como los que antiguamente se empleaban para crear los diseños de los papeles. La estructura diáfana y suspendida de entramado de metal de Leonor Antunes se inspira en diseños de tejidos tradicionales de Oaxaca (México).
2. LA ARQUITECTURA COMO SUJETO
La obra de los arquitectos del Movimiento Moderno ha inspirado una serie de piezas de Julião Sarmento, él mismo estudiante de arquitectura antes de decantarse por el arte. Carlos Garaicoa, que cursó estudios de ingeniería, recurre a ella para reflexionar sobre el estado de decrepitud que se vive en Cuba, su país de origen. Combinando la estructura arquitectónica de las vallas publicitarias con el lenguaje de la propaganda, crea unos collages que restituyen a unos edificios ruinosos su integridad. La instalación, que consiste en ocho cajas de luz y una gran mesa cubierta de mantas de corte, como las empleadas por los diseñadores gráficos, es, en sí misma, una suerte de constructo arquitectónico.
Juan Navarro Baldeweg, que ha sido arquitecto de profesión, ha llevado a cabo en paralelo una investigación formal en el ámbito de las artes plásticas. La pintura de interiores posee una larga tradición, pero sus dos obras con forma de diamante plantean una temática que se asemeja más al plano arquitectónico que a un espacio real de habitación. También la figura, utilizada como indicador de escala, adopta la forma de un elemento decorativo.
Un enfoque parecido, aunque más conceptual, da forma a la obra de Fernanda Fragateiro, cuya instalación consta de tres elementos, todos ellos alusivos al proyecto social de los “Robin Hood Gardens” de Alison y Peter Smithson: un edificio que en un principio fue emblema de la utopía moderna y que acabó ejemplificando sus defectos. La estructura de este desproporcionado relieve mural es una réplica de la gigantesca fachada del edificio de los Smithson y sugiere cómo una excesiva racionalización de los espacios residenciales puede acabar soslayando las necesidades concretas de los individuos que los habitan. Fragateiro estaría, en cierto modo, poniendo en entredicho el fin mismo de la utopía moderna al equipararla con una escultura conceptual.
Ese enfoque crítico de la arquitectura como constructo alimenta también la obra de Muntadas. Cercas (Fences) —una serie de doce fotografías que muestra los accesos enrejados a viviendas de zonas residenciales de Sao Paulo— plantea una reflexión sobre la forma en la que, al intentar mantener sus propiedades a salvo de extraños, los ciudadanos acaban amurallándose, convirtiendo el hogar en una especie de prisión y revirtiendo con ello el propio concepto de seguridad.
También Julie Mehretu reflexiona sobre la importancia de la arquitectura como marco de estructuras e interacción sociales. Esta artista ha hecho frecuentes referencias en su trabajo a la arquitectura, usando dibujo técnico y siluetas de edificios como base de muchas de sus composiciones. Este políptico de grabados forma parte de un corpus de obra de Mehretu relacionado con la destrucción producida por la guerra civil en Siria y la desilusión del fracaso de la “primavera árabe”.