Laocoonte devorado. Arte y violencia política

Lugar de exposición
Individual / Colectiva
Colectiva
Fecha inicial (1) / final (2)
Fecha exacta
Fecha exacta
Descripción / Sinopsis

Laocoonte fue un personaje especialmente trágico en el desarrollo de la guerra de Troya. Suya fue la voz de la prudencia, suyo el gesto humano, y suya la clarividencia ante las consecuencias que acarrearían ciertas decisiones. Sin embargo, prisionero de sus lealtades, resultó ser la víctima del conflicto que estalló entre dos ciudades hermanas, poseedoras de valores comunes. El inocente terminó pagando con su vida el costo del virulento conflicto desatado por otros y, para colmo, su muerte no fue comprendida por quienes la contemplaron, al considerarla una consecuencia, tan desgraciada como inevitable, de la tensión existente. Devorado por la violencia desatada entre dos polis helénicas, destruido su cuerpo y el de sus hijos por la fuerza de una maquinaria incontrolada, que superaba a quienes la puesieron en funcionamiento, Laocoonte es la personificación de todas las víctimas ocasionadas por la violencia política: es el arquetipo y, por tanto, “laocoontes” han existido siempre y, por supuesto, viven hoy entre nosotros.

David, Goya, Gericault, Delacroix, Picasso, Richter..., el asunto de la violencia política ha sido reiteradamente abordado por artistas de los siglos XIX y XX. La denuncia, el testimonio, la crudeza descriptiva, el intento de comprensión... han sido fórmulas habituales de acercamiento a estos hechos. La subversión, como vía para el desplazamiento violento de quienes ocupan el poder político, y la represión como medio de usar la fuerza para mantenerse en ese mismo poder, ha sido objeto de numerosas reflexiones artísticas a lo largo de los dos últimos siglos; sus circunstancias y consecuencias, también.

Abordar esta cuestión puede ser poco amable. Sin embargo, es muy necesario hacerlo. Mucho más en nuestro país. Desde el punto de vista de una institución cultural, como es este museo de arte contemporáneo, hacerlo es una obligación ética, máxime cuando tanto silencio incomprensible e incomprensión silenciosa rodean el asunto en el ámbito público. No en el ámbito público político, a donde se traslada la virulencia en forma de verbalidad agresiva y donde el problema no se termina por resolver, sino en las demás esferas sociales.

El museo es el lugar desde donde otras voces pueden oírse, donde otra suerte de acercamientos pueden darse, desde donde otras luces pueden proyectarse, a partir de la lateralidad que ocupa el artista. No se trata de hacer propaganda, ni de adoptar posicionamientos a favor de esto o aquello, ni describir el horror que todos podemos imaginar en torno a este espinoso asunto (aunque no se niega que también esto puede darse), sino de conocer otras formas de pensamiento, pensamientos visuales, sobre esos hechos en los que unos seres humanos mediante el uso legítimo y legal o ilegítimo e ilegal de la fuerza pretenden cambiar las ideas de otros seres humanos, haciendo que se comporten no tal y como piensan, sino tal y como pueden llegar a ser obligados a hacerlo.

Desde muy distintos puntos de vista y mediante muy diversas técnicas, artistas como Bill Viola, Marina Abramovic, Antony Gormley, Leon Golub, Mona Hatoum, Krzysztof Wodiczko, Annika Larsson, Rudolf Herz, Antoni Muntadas, Francesc Torres, Txomin Badiola, Juan Luis Moraza, Santiago Sierra, entre otros más, hasta un total de treinta y cuatro creadores, facilitan en Laocoonte devorado la posibilidad de que resuenen otros ecos, que escuchemos otros timbres de voz y, sobre todo, que se democratice un debate necesario (habitualmente secuestrado por el miedo u otros motivos) con la participaciónd el mayor número de individuos, en este caso, los artistas

Uso público / privado
Público