Cuando empecé este proyecto hace ya unos nueve meses, había muchas cosas que desconocía, pero otras que tenía bastante claras desde el principio. Me interesaba abordar el tema de la comunicación y cómo esta ha ido mutando en los últimos años. Me interesaba reflexionar sobre cómo estos cambios afectan a nuestra vida, a nuestras rutinas y nuestro comportamiento. ¿Son distintos nuestros lazos afectivos desde que utilizamos los stickers del Whatsapp? ¿De qué modo han afectado a nuestras relaciones las distintas redes sociales? ¿Y las aplicaciones de citas? ¿Qué papel juegan las apps de economía colaborativa en nuestras vidas? ¿Quiénes son los más beneficiados cuando las utilizamos? ¿Son las Smart TVs o los smartphones más inteligentes que hace 30 años? ¿En qué sentido? ¿Ha mejorado la tecnología la efectividad de la comunicación o ha hecho menguar nuestra capacidad para relacionarnos con los demás? ¿De qué modo se adapta nuestro cuerpo a todos estos cambios de hábito generados por la tecnología? ¿Cómo estaríamos viviendo la guerra de Ucrania si no tuviéramos redes sociales? ¿Y la pandemia del COVID19?
En la comunicación entran en juego innumerables factores, no solo por parte del emisor, sino también del receptor e incluso del contexto en que se produce el hecho comunicativo. Hasta los algoritmos tienen un papel (muy) destacado en la comunicación del S XXI. 174465 es la primera obra de una serie que reflexionará sobre todos estos temas. No sé de cuántas obras estará compuesta dicha serie ni cuánto tiempo tardaré en terminarla, pero lo que sí que sé es que seguiré trabajando en ella mientras nuestros modos de comunicarnos sigan cambiando y yo tenga la necesidad de plantearme preguntas al respecto.
Llevo varias semanas con esta imagen en la cabeza. Es la imagen de una reunión en la que dos dirigentes, Vladímir Putin y Emmanuel Macron, iban (supuestamente) a decidir el destino de millones de personas. A primera vista, muchas cosas llaman la atención de esta imagen: la ostentación de la escenografía, el hecho de que todo sea en tonos blancos y beige excepto los trajes negros de los dos dirigentes… pero sobre todo, la enorme mesa de seis metros que hay entre ambos y que, obviamente, dificultaría (¿imposibilitaría?) cualquier proceso de comunicación entre dos personas. Investigando por Internet, encuentro un artículo que afirma que Macron rechazó hacerse una PCR en Rusia y es por eso que la distancia entre ambos es tal. Aun así, sigue siendo tan excesiva que funciona a la perfección como metáfora de muchas cosas respecto a la situación política actual.
Intento hacer algunas averiguaciones sobre la mesa en cuestión, que me fascina y horroriza a partes iguales. Mientras algunos artículos afirman que fue elaborada en la fábrica de muebles Vicente Zaragozá de Alcàsser, otros dicen que en realidad procede de Italia. Si hacemos caso a las fuentes que aseguran su procedencia española, dicha mesa estaría elaborada con madera de haya del sur de los Alpes, en la frontera entre Francia e Italia, de árboles crecidos a la sombra, y los adornos habrían sido realizados con exclusivo Pan de oro italiano. Me pregunto tras leer todo esto cuáles serán los sentimientos del fabricante. ¿Se sentirá orgulloso de haber realizado una fastuosa mesa de la mejor calidad y los materiales más excelsos? ¿O estará avergonzado por habérsela vendido a alguien responsable de haber desencadenado una guerra? ¿Habrá visto los memes que se expandieron por la red tras la improductiva reunión? ¿Habrán subido sus ventas después de todo esto? Puede que ni siquiera se haya planteado todas estas cosas, quién sabe. Puede que, en estos últimos años, yo haya desarrollado una cierta tendencia a sobreinterpretar las imágenes que me obsesionan y todo esto no tenga ningún sentido, no lo sé. Pero lo que sí que sé es que dadas las dimensiones de dicha mesa, una reunión infructuosa era el desenlace más probable.
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